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martes, 18 de febrero de 2014

CREENCIAS DOMINICANAS, VIDA EN EL CAMPO

La vida en los campos y lomas

Desde finales del Siglo XV, en que los colonizadores españoles llegaron a las tierras de América comenzaron a dividirse de inmediato las zonas en que los enclaves de habitantes foráneos eran destacados.

Ya son conocidos los genocidios cometidos por los colonizadores y apadrinados por el clero de aquel entonces, en "nombre de Dios y la Virgen". En menos de un siglo fueron exterminados los restantes enclaves de las distintas culturas aborígenes, tanto taínos como caribes existentes en la isla, llamada Haití por los nativos y bautizada con el nombre de Hispaniola por los colonizadores.

Luego de extermidadas las razas aborígenes comenzaron a sublevarse los esclavos, muchos de ellos matando a sus antiguos amos, durante el proceso de emancipación. Por ello muchas familias prefirieron destacar sus tranquilas estancias en las más escondidas y recónditas lomas de la entonces fértil isla. Allí se dedicaban a una vida apacible, donde podían subsistir de una agricultura menor, a veces combinada con actividades de caza y pesca o crianza de algún ganado.

Esa costumbre tomó más popularidad al paso de las décadas y su mayor manifestación se registra durante la guerra independentista, cuando los dominicanos luchaban contra el ejército haitiano. Al escapar las familias descendientes de europeos hacia las lomas el ejército de Haití no podía llegar hasta ellos asentados en las lomas y así no eran víctimas de saqueos.

Las familias que viven en las lomas acostumbran a fabricar una modesta casa de madera, normalmente techada de pencas de cana y con techo de zinc en los casos más adinerados. Son casas con techo de dos aguas, normalmente con una pequeña galería como recibidor y ya dentro una sala-comedor unidas, y al lado dos o tres dormitorios. La cocina tradicionalmente es una construcción unida detrás de la vivienda

Alrededor de la casa, casi siempre detrás, hay algún potrero o pocilga, destinado a guarecer los animales de crianza. Tal vez algún granero, para proteger los frutos o colectas de agricultura de la lluvia, etc. Muchos tienen una choza hecha con maderos grandes y techadas con pencas de cana (conocidos aquí con el nombre de ranchos). Allí se pasan las horas compartiendo con familiares, visitantes y amistades, bajo la acariciante brisa fresca de la montaña, mientras ven los niños jugar en el patio o los perros corretear a las gallinas.

Algunos cuentan con un gallinero; los que se dedican a la recolección del café o cacao contruyen una paltaforma de tierra o cemento para su recolección y secado.

La verdad es que aunque no garantiza avances económicos ni académicos significativos, la vida en las montañas dominicanas es muy apacible y refrescante, lejos del bullicio y las preocupaciones de la vida cosmopolita de las grandes ciudades.

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